jueves, 25 de noviembre de 2010

Violencia al volante

Conducir desata los instintos más primarios. El ser humano común se vuelve barriobajero, soez, tabernario incluso. Arropado por el anonimato que otorga ir metido en una jaula de metal, el burdo conductor suele ser desconsiderado, egoísta a más no poder, te la juega a la mínima de cambio, te cierra, se cruza, te ignora y te putea a sabiendas.
Hay quien ha llegado a las manos por un pequeño rifirrafe del tráfico diario. Hay quien ha llegado a MATAR. El que no haya soltado un sonoro y elevado "imbécil" o levantado el dedo corazón en señal de desaprobación alguna vez, que tire la primera piedra.
Por eso, quizá, me guste tanto conducir. Me regodeo a menudo de los putos canis que, a los mandos de un inmundo tedeí alimentado con esa cosa que usan las calderas, se creen los reyes del mundo -¡cuánto daño ha hecho DiCaprio!-. Disfruto poniéndolos en su sitio, me parto el culo, en serio. Podría contar mis muchas hazañas de justicia conductora aquí, pero sería demasiado violento hasta para ese bloc.

No obstante, ahora les dejo un simpático video de lo violento que puede ser ir a toda leche con un supercar de competi, y verán que hasta en una inocente recta puede ocurrir lo impredeciblemente violento. Disfrútenlo:

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